El Camposanto inicialmente albergó sarcófagos de la época romana, que estaban diseminados por la catedral, y que habían sido utilizados por ciudadanos de Pisa para sus sepulturas. Estos sarcófagos se colocaron al aire libre, en la pradera central del claustro, mientras que el suelo de las galerías interiores pasó a ser ocupado por sepulturas más modestas.

En los siglos sucesivos se iban enterrando los más ilustres pisanos, como docentes de la Universidad de Pisa o miembros de la familia Medici. Desde el siglo XIV, las grandes paredes de las galerías del Camposanto se fueron decorando con pinturas de temáticas religiosas, como el Triunfo de la Muerte, el Juicio Universal o Historias del Antiguo Testamento. Finalmente, en el siglo XIX se convirtió en uno de los 1º museos públicos de Europa.

Sin embargo, durante la época napoleónica, muchos de los sarcófagos y frescos de este gran cementerio fueron trasladados a Francia, lo que aceleró el proceso de degradación y decadencia que el monumento ya venía arrastrando, y del que, como comprobarás en tu visita, apenas se ha recuperado.

El mayor golpe que recibió el Camposanto en dicho proceso de degradación fueron los efectos de una bomba incendiaria lanzada por los alemanes durante la 2º Guerra Mundial, en 1944, lo que afectó de forma dramática a los proyectos de recuperación de los frescos que entonces estaban en marcha.