Jorge Luis Borges tiene su laberinto homenaje en San Rafael, donde fuera la casa natal de su gran amiga Susana Bombal. Borges solía visitarla y compartía con ella largas charlas y su pasión por la literatura. Es el primer monumento en su tipo realizado para recordar al genial escritor, y la familia Aldao decidió hacerlo en su finca Los Álamos.

Con 8.700 m2 y con 7.150 plantas de buj, el laberinto de Borges es el más grande en América. Fue diseñado por el inglés Randol Coate, un diplomático y “laberintólogo”, quien le dio la forma de un libro abierto, que contiene la historia del escritor. Esta obra de arte viva cuenta con más de 2.500 m de senderos para recorrer una simbología oculta, relacionada con la vida y obra de Borges, que sólo puede visualizarse completamente desde lo alto de la torre de 20 m que se construyó para poder apreciarla.

El nombre “Jorge Luis”, su apellido “Borges” espejado hacia ambos lados (“Hay algo de temible en esa duplicación visual de la realidad”, decía sobre los espejos Borges), el número “86” (los años que vivió Borges, en coincidencia con el año de su muerte en Ginebra), las iniciales de “María Kodama”, el símbolo del infinito (representado por dos relojes de arena), su bastón, el marco del laberinto como un libro gigante y abierto y el signo de interrogación, símbolo de la perplejidad, de la duda, la curiosidad, componen la simbología oculta en el Laberinto de Borges.